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miércoles, 2 de marzo de 2022

Reflexiones de la Guerra Fría: La estrategia de la paz y de la guerra 1987

 

Reflexiones desfasadas pero de actualidad



Lamentablemente el mundo moderno es mucho más inestable que la guerra fría, aunque la disuasión sigue siendo un arma eficaz h la prueba esta en lo que esta pasando recientemente

Si vis pacem, para bellum


E. Luttwak es un pensador moderno e influyente que ha conseguido crear un modelo sugestivo de estrategia y contrastarlo con los esquemas y acontecimientos históricos más conocidos. En este sentido, en uno de sus títulos más divulgados, «La gran estrategia del Imperio Romano» (1976), recrea los tres modelos estratégicos que hicieron que Roma triunfara en distintas épocas. Es muy citado por sus contemporáneos merced a términos que él mismo ha propuesto, como la geoeconomía, la guerra post heróica o la paradoja en la guerra. Luttwak justifica su interés por la estrategia en la primera línea del prefacio dela obra que nos ocupa: «Quizá porque he nacido en la disputada frontera de Transilvania durante la mayor y más siniestra de las guerras, la estrategia no sólo ha sido mi preocupación exclusiva, sino mí verdadera pasión». En efecto, el autor nació en Arad en 1942. Emigró a los Estados Unidos y se doctoró en filosofía en la Universidad de John Hopkins. Ha sido asesor en el Gabinete del Secretario de Defensa, del Consejo Nacional de Seguridad y del Departamento de Estado de los EE.UU. Profesor en las universidades de John Hopkins y Georgetown. Ha impartido lecciones en los principales centros militares de los EE.UU., así como en sus homólogos de Argentina, Canada, Bélgica, Francia, India, Israel, Italia, Japón, Países Bajos, Noruega, Taiwan y Reino Unido. En la actualidad, mantiene un des pacho permanente en el Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington, del que fue director del programa de geoeconomía. Sus obras se extienden desde el «Diccionario de la Guerra Moderna» (1971), pasando por «La gran estrategia de la Unión Soviética» (1983), hasta la más reciente de «Erase una vez el sueño americano» (1994). Es articulista habitual en la revista «Foreign Affairs», y su pensamiento se está convirtiendo en tema de estudio en los principales centros relacionados con la estrategia. Luttwak precisa de inmediato su intención: definir estrategia es e/propósito de este libro, y traza los rasgos principales de su obra que desarrollará a lo largo del tomo. La lógica de la estrategia queda de manifiesto por los resultados de lo que se hace o se deja de hacer... Cada experiencia del conflicto es única, . .pero comienzan a emerger seductoras similitudes que configuran patrones cada vez mejor definidos. Esta experiencia le sugiere el modelo que propone, argumentando que la lógica de la estrategia parece desarrollarse en dos dimensiones distintas: la «horizontal», del enfrentamiento entre adversarios, y la «vertical>’, de la interacción entre los diferentes niveles del conflicto, para, finalmente, alcanzar la confluencia de ambas dimensiones en el nivel superior de la gran estrategia, la de los resultados finales. La obra está dividida en tres partes y tres apéndices menores. En la pri mera nos habla de «la lógica de la estrategia». La segunda versa sobre «Los niveles de la estrategia». La tercera, «Resultados: la gran estrategia». Los apéndices tratan sobre las definiciones de estrategia y unos comentarios sobre las fuerzas armadas en el enfrentamiento bipolar. Es indudable que el autor quiere dar un cuerpo de teoría general para el entendimiento del fenómeno estratégico pero, a su vez, no puede escapar del momento que vive: del final, para él todavía desconocido, de la Guerra Fría.  La estrategia, como ya hemos sugerido, abarca la conducta y las consecuencias de las relaciones humanas en el contexto de un conflicto armado real o posible. Pero lo extraordinario de la estrategia es su carácter paradójico (si vis pacem, para bellum),que hace tan difícil su comprensión: «Todo el reino de la estrategia se halla inmerso en su propia lógica paradójica, que se opone a la lógica lineal común... hasta inducir la reunión y hasta la inversión de los opuestos». El pensamiento de Luttwak está impregnado conscientemente de la reflexión clausewitziana de la guerra. 



Cuando en su primera parte examina la naturaleza de la guerra y la idea rectora de la estrategia las referencias al pensador prusiano son constantes. Así, reconoce que la fricción es el medio fundamental en que se desarrolla la estrategia. Ante esta realidad, podemos optar por una línea de mínima expectativa mediante la acción paradójica, incrementando el riesgo organizativo y favoreciendo, por otra parte, la sorpresa. Ésta, es más que un mero factor de ventaja; equivale al soporte, aunque breve y parcial, de todo predicamento estratégico. Esta orientación puede caracte rizar el estilo nacional de hacer la guerra, como ocurre con Israel. La otra opción es la que basándose en fuerzas superiores encuentra justificado menospreciar la sorpresa y rebaja al mínimo el riesgo de organización. Es el caso paradigmático de la postura de los aliados en los meses finales de la 2 Guerra Mundial, donde la lógica de la estrategia ya no importaba demasiado. Otro fenómeno interesailte, y siempre dentro del conjunto, es la eficiencia y «el punto culminante del éxito», que da lugar a un proceso de culminación e inversión. Son varios los ejemplos ilustrados por el autor. En la lucha del torpedo autopropulsado contra el acorazado, situandonos en el cambio de siglo, apreciamos el ascenso por la curva del éxito del primero, que alcanza resonancia con las acciones brillantes de las lanchas torpederas japonesas en Puerto Arturo. Pero en ese momento, ya se había alcanzado el punto culminante de su éxito, y los acorazados, con los cañones de tiro rápido, los proyectores, las redes metálicas y la protección de los destructores, habían superado la doctrina que la Jeune École francesa trataba de imponer con la primacía del torpedero. El ejemplo anterior nos plantea otro interesante debate: la posibilidad de que novedosas armas específicas puedan vencer a sistemas versátiles mucho más sofisticados y costosos. Tal es el ejemplo del misil y el portaaviones. Luttwak justifica el cómo para hacer frente a la amenaza, los grupos de portaaviones están tan preocupados en su auto protección contra ataques aéreos y submarinos, que sólo disponen de una fracción de su poder positivo original (en este caso de 34 aviones sobre 90), una vez asegurada su defensa. Un último punto antes de adentramos en el edificio de los niveles, es lo que el autor denomina «fracaso del éxito» y la «conjunción de los opuestos». El caso más famoso puede ser Verdún (1916): «La masacre (420 mil muertos, dos tercios de los cuales eran franceses), estaba todavía en sus etapas iniciales cuando quedó claro que los fuertes podían ser abandonados ventajosamente... Pero ya era demasiado tarde; los fuertes se habían convertido en un símbolo más allá de toda disposición estratégica. En tales casos, la defensa exitosa persiste a un costo que puede emerger en futuros fracasos... 


El efecto Verdún estaba todavía presente en la fatal destrucción del ejército francés en la 2 G.M». La «conjunción de los opuestos» es un proceso de la lógica paradójica, que puede suscitarse en todos los niveles de la estrategia. En el campo operacional o de teatro, son bien conocidas las victorias relámpago de la blitzkrieg. Sin embargo, en el otoño de 1941, las fuerzas alemanas habían alcanzado su punto culminante de la victoria cuando Moscú distaba aún 100 kilómetros de sus líneas más avanzadas. Los soldados alemanes, agotados, estaban desmoralizados por su mismo triunfo, y obtuvieron como resultado final, el fracaso. Si en el momento crucial no operan la situación, la lógica introducirá una autonegación que puede alcanzar el extremo de la inversión absoluta, anulando la victoria. Aquí el autor advierte que si quien prevalece en la guerra es una coalición, su misma victoria la debilitará, al reavivarse las disputas suprimidas. Según la inexorable paradoja, una victoria total destruiría totalmente una coalición. 



Considerando las dos dimensiones ya citadas de Ja estrategia, Luttwak nos describe, a lo largo de este apartado, los diferentes niveles verticales y lo que es más importante, cómo interactúan entre ellos. En el nivel inferior sitúa el aspecto técnico de la estrategia. Narra el conocido proceso de la influencia de la innovación tecnológica en los niveles superiores. Normalmente, un arma innovadora produce efectos beneficiosos en los niveles táctico y operacional, tal es el caso del radar. Sin embargo, esta innovación puede ser abortada, como fue el caso de la  mitrailleuse, la ametralladora adoptada por el ejército francés en 1869, en vísperas de la guerra contra Prusia. Al comenzar la guerra, los artilleros franceses la emplearon como una pieza más, situada a retaguardia de las líneas de la infantería propia, fuera del alcance de sus blancos y vulnerable al fuego de contrabatería enemigo. Cuando pudo demostrar su valía como arma de primera línea, en la batalla de Gravelotte (18 de agosto de 1870) contra una penetración de la infantería prusiana causándole más de 20 mil bajas, nadie se apercibió del carácter decisivo que tendría en los años posteriores. El siguiente nivel lo representa la táctica. Equivale, según el autor, a la dimensión humana del combate. En él juegan un papel primordial la conducción, la moral y la fortuna (sigue en la línea de Clausewitz). Así como las armas interactúan a nivel técnico, y las fuerzas directamente enfrentadas combaten a nivel táctico, en el nivel operacional encontramos la pugna entre mentes dirigentes, que se expresa mediante métodos conceptuales de acción, (por ejemplo, blitzkrieg, defensa en profundidad,...). La demarcación entre táctico, operacional y estratégico requiere la presencia de cierta magnitud y variedad de medios; ambas, son condiciones necesarias pero no suficientes. Si el nivel operacional debe poseer cierta sustancia propia, la acción tiene que ser mayor que la suma de sus partes tácticas, y eso depende del estilo de guerra, ...de lugar que ocupe dentro del espectro de desgaste y maniobra. Estos estilos son los ya esbozados anteriormente. La guerra de desgaste se emprende con métodos industriales. El enemigo es considerado como una mera disposición de blancos, y el éxito se obtiene por efecto acumulativo del poder de fuego superior y la gran disposición de material. Al otro lado del espectro se encuentra la «relation-maneuver» (maniobra proporcionada, en la que predomina la combinatoria, o «maniobra correlativa» en la traducción argentina), una acción apuntada a las especificidades del objetivo, y que en lugar de pretender su destrucción se trata de incapacitarlo por medio de la ruptura sistémica. Mientras el desgaste es un proceso de naturaleza casi física que garantiza resultados proporcionales a la calidad y volumen del esfuerzo asignado.. .el resultado de la maniobra correlativa depende de la precisión con que se identifiquen las debilidades del enemigo, la sorpresa que se obtenga, y la velocidad y exactitud de la acción. El costo y el riesgo, como resulta evidente, son inversos en ambos estilos. Como cita el autor, los estilos nacionales no surgen de rasgos permanentes de los países, ni están confinados al nivel operacional. Incluso, pueden estar caracterizados por la diversidad, Así, por ejemplo, los Estados Unidos mantienen un método operacional para el ejército de maniobra correlativa (frente al enemigo soviético), mientras que la infantería de marina, la fuerza aérea y la armada prefieren una maniobra de desgaste. 


Es aquí cuando Luttwak, al final del capítulo, hace una llamada de atención: «Ya no podemos continuar viendo solamente la dimensión horizontal de la estrategia como un mar encrespado en que las olas en opuestas direcciones de la lógica tienden a anularse entre sí Tampoco podemos ver la estrategia como un edificio de múltiples pisos que ofrezca una verdad diferente en cada uno de ellos. Debemos adaptarnos mentalmente a la compleja combinación de ambas imágenes: los pisos ya no son sólidos, sino que se agitan a veces hasta irrumpir uno dentro de otro; asimismo, en la dinámica de la realidad del conflicto las interacciones de los niveles verticales se combinan y colisionan con la dimensión horizontal de la estrategia»




El siguiente nivel se eleva a la estrategia de teatro, cuya lógica determina la relación entre poder militar y territorio. En teoría, debe ignorar el carácter político, económico y moral del mismo, pero las interacciones entre los niveles producen correcciones. Así, por ejemplo, el esquema de «defensa flexible», en Corea del Sur o Alemania, muy apto desde la óptica de la estrategia de teatro, se hace insostenible por el condicionamiento político, que impondrá forzosamente una estrategia adelantada. En ocasiones, la estrategia de teatro es capaz de imponerse a las estrategias inferiores. En la Primera Guerra Mundial, la conjunción de los teléfonos de campaña, con los ferrocarriles y la motorización, hizo que la ven taja de la concentración defensiva desvaneciese los intentos tácticos y operacionales para romper el frente lineal del teatro occidental. Esta concepción desembocaría en la creación de la Línea Maginot, consecuencia de una compulsiva lógica lineal. Sin embargo, por la usual paradoja de la estrategia, la Línea Maginol fracasó en la defensa de Francia porque tuvo demasiado éxito, ya que disuadió al enemigo de cualquier intento para forzarla. Atendiendo a esta consideración espacial, Luttwak niega que se pueda hablar de una estrategia propiamente naval, aérea o nuclear, a las que  denomina antiestrategia. Más bien, reconoce cierta autonomía a nivel técnico, táctico u operacional, y que incluso hay un determinado interés en pro mocionar determinadas políticas. Pero para que una estrategia pueda ser justificada como autónoma debe ser decisiva por sí misma, y este no es el caso de ninguna de ellas. Ni Mahan con el predominio del poder naval, ni Douhet con la victoria mediante el poder aéreo, ni el carácter absoluto del arma nuclear, confieren a estas antiestrategias el privilegio de ser definitivas. La necesidad de una política de equilibrios, las vulnerabilidades del medio aéreo y el carácter subversivo de la lucha, las inhibiciones y el temor a las represalias, han dinamitado sus aspiraciones absolutas. La gran estrategia es el nivel concluyente, donde todo lo que ocurre en las dimensiones vertical y horizontal se reúne finalmente para adquirir un significado definitivo. Pocos son los países que participan en la política inter nacional y disponen de una gran estrategia propia bien elaborada. Es en este nivel donde se mueve la diplomacia, la propaganda, el engaño y la voluntad nacional. Es en este apartado donde se define el término «disuasión armada», como el poder de los Estados que deriva de su fuerza militar. Tiene dos compo nentes de signo diverso: la «disuasión», como forma negativa, y la «persuasión», de signo positivo. La disuasión, a su vez, abre dos nuevas posibilidades; la negación, como defensa, como fuerza que impide una ocupación, y la represalia, como castigo. Con todos los defectos que la disuasión nuclear de represalia tiene, la negación, eminentemente no nuclear, puede provocar en el agresor la convicción, correcta o errónea, de que puede ganar. Por ello, argumenta el autor, por las desconcertantes incertidumbres de una y la desconfianza de la otra, la Alianza decidió a partir de 1967, combinar ambas. Hasta ahora, hemos observado que no existe una armonía natural entre los niveles verticales de la estrategia. Veamos ahora las implicaciones de la desarmonía. En un ejemplo anterior, el caso de la mitrailleuse, ya pudimos apreciar lo que ocurría cuando la innovación tecnológica y el cambio organizativo marchaban a diferente ritmo. El ejemplo de la actuación de Rommel en el Norte de África es muy clarificador. Aun siendo enorme su ventaja operacional sobre los británicos, no sobrepasó completamente el efecto condicionante de los factores espaciales a nivel de estrategia de teatro.. 



Es evidente que nunca hubiera podido penetrar hasta el nivel de gran estrategia para lograr una victoria decisiva. De nada sirven las victorias resonantes en los niveles verticales cuando se ha consumado el fracaso en la dimensión horizontal de la gran estrategia; y este es el caso de Hitler como estadista en la 2 G.M. El Eje sólo podía beneficiarse del éxito exclusivamente militar cuando lo empleaba como sustituto del arte del estadista, como ocurrió con Polonia, Bélgica y Francia, obligándolas a abandonar la guerra y modificando de ese modo la situación en la dimensión horizontal. Por supuesto, la conquista total de la Unión Soviética hubiera compensado con creces el gran error de Hitler en su decisión. También podemos considerar que los estadounidenses fracasaron en la dimensión horizontal de la gran estrategia durante la Guerra del Vietnam. Sin embargo, los norvietnamitas ganaron su guerra justamente en esa dimensión, mediante modestos triunfos en la dimensión vertical, explota dos en la horizontal por propaganda y diplomacia guiadas por una buena inteligencia. 



La ofensiva egipcia en la Guerra del Yon Kippur ilustra, como pocas, la búsqueda de la armonía en la estrategia. Conocedores del potencial israelí, los egipcios se procuraron el apoyo, en la dimensión horizontal, de los países árabes y de la diplomacia soviética, y se trazaron un objetivo limitado ante la esperada reacción norteamericana. Pero para hacer frente a los carros y los aviones israelíes idearon soluciones en la dimensión vertical. A nivel técnico, las armas contracarro y misiles antiaéreos; a nivel táctico, los equipos cazacarros; en el operacional, la combinación de unida des motorizadas y a pie, evitando el enfrentamiento de carros; en la estrategia de teatro, con la dispersión de puntos de paso que hacía poco rentable la interdicción aérea. En el ascenso de la curva del éxito, forzaron la fortuna de la guerra, actuando la paradoja hacia la unión de los opuestos. En definitiva, aun sin estar en su ánimo dar definiciones, la brillantez de los conceptos de: — La guerra, como el reino de la incertidumbre y la indefinición; — La estrategia, el dominio de la ironía, la paradoja y la contradicción. — La armonía que debe imperar entre los niveles de la estrategia y la dimensión horizontal en el nivel de la gran estrategia, la de los resulta dos finales. constituye un legado sencillamente magnífico de este gran pensador''


Jose Mª Moreno Serrano, 1992



Subiria  el diccionario de la guerra moderna de 1971 pero no esta en pdf, podria escanearlo pero seria una locura, si podeis comprarlo de seguna mano pese a que es carillo solo puedo decir que merece mucho la pena, es ni digamos mil veces mejor que el que yo hice de Vietnam y más serio así como el de Marc Leepson tambien muy recomendable

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